MIOSTATINA Y
FOLLICULINA
Una de las claves del rendimiento físico en
muchos deportes, está en el grado de desarrollo de la fuerza y la potencia del
músculo, y en la búsqueda de este objetivo se han ensayado cientos de programas
de entrenamiento diferentes, suplementaciones dietarias, y por supuesto
utilización de drogas y hormonas prohibidas.
Hace no mucho tiempo un equipo de
investigadores (Mattew Kosteck, Univ. De Connecticut y Priscilla Clarkson Univ.
De Massachusetts, y otros) están estudiando el grado de influencia de dos
hormonas que juegan un papel fundamental en el desarrollo muscular: la MIOSTATINA y la FOLLISTATINA.
La primera tiene por función limitar el grado
de desarrollo muscular, promovidos por otras hormonas como la IGF-1 , la STH y los andrógenos
anabolizantes (testosterona), para evitar un grado de crecimiento muscular
exagerado, que provocaría por ejemplo insuficiencia del aparato cardio
respiratorio para abastecer de oxigeno y nutrientes al músculo activo. También
un crecimiento muscular desproporcionado puede afectar otras estructuras como
las superficies articulares, meniscos, discos intervertebrales, etc.
La segunda, tiene la capacidad de inhibir, o
bloquear los efectos de la primera, por lo cual su efecto indirecto es el de
favorecer el crecimiento muscular. Entonces la Miostatina frena el
desarrollo muscular y la
Follistatina aumenta el crecimiento del músculo.
Ambas se producen de acuerdo a la información genética,
que codifica la producción de estas sustancias. Y como sucede con cualquier gen
que se analice, encontramos que estos tienen sutiles diferencias entre sí,
según el sexo y la raza, que determinan los fenotipos de cada uno.
Los investigadores antes mencionados analizaron
el tipo de gen de miostatina predominante en cada raza. Un aspecto interesante
de estos hallazgos, fue poder correlacionar las distintas variables de los
genes de miostatina (2379 A y 163 G), con aquellos que codifican el desarrollo
de estructuras músculo esqueléticas, metabólicas, etc. Que sumadas todas juntas
determinan la totalidad de los aspectos morfológicos y funcionales de cada
persona. Es decir que naturalmente tendríamos un grado de desarrollo muscular,
acorde con la capacidad cardio respiratoria, con la resistencia de los tendones,
la calidad de los cartílagos articulares, , la capacidad bioenergética, etc.
La nutrición, el entrenamiento y el estilo de
vida de cada uno es capaz de realizar cambios sobre este diseño básico,
posibilitando el aumento del rendimiento físico
y deportivo. La gran pregunta que nos hacemos los médicos hoy en día es :
¿Cuál es el límite razonable que se debe respetar en cada persona? Tanto en la
magnitud del desarrollo muscular, la edad de iniciación, la duración del
entrenamiento, etc.
La razón de estas preguntas es una muy
sencilla, los médicos debemos tratar de garantizar por sobre todas las cosas la
salud de los deportistas. Para la
Medicina no interesa mucho cuan alto llegue una persona en su
carrera deportiva, sino cuan sano sea y que calidad de vida tenga en su tercera
edad. Pues de nada vale una repisa llena de trofeos, o una abultada cuenta
bancaria si no puede tener una vida plena por las secuelas que le ha dejado el
entrenamiento de alta competencia.